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EN EL FILO DE LA NAVAJA

Escrito el 13 de abril de 2023

Estar en el filo de la navaja. Ser consciente de que cualquier nimio detalle puede desbaratar el frágil equilibrio que se mantiene. Sabedores de que, si no pasa nada, podemos rutinariamente, continuar con nuestras vidas, pero sin dejar de estar alerta ante la endeblez de nuestra situación. Cualquier cosa, por ejemplo en la salud, una torcedura del pie por apoyarlo a destiempo, un virus que te contagia alguien, un porrazo que te den conduciendo, cualquier avatar aleatorio, que no puedes controlar al cien por cien, puede iniciar un proceso caótico en tu salud, que te medrará de tal manera que seguro que influirá en el resto de tus otros ámbitos personales que intentas controlar para mantenerlos intactos. En lo económico, cualquier multa inesperada, o la avería de un electrodoméstico, o la llegada de un recibo inesperado, también pueden dar al traste con tu delicado presupuesto y acarrear la caída de la primera ficha del dominó en esa fila maquiavélica de fichas inestables que encuadran tu vida.

Y uno de estos «pequeños eventos» producirán que tu situación general varíe hasta estados inesperados. Será lo que llaman el «Efecto Mariposa».

Debemos dar gracias por lo que, a pesar de vivir en un mundo tan inestable, continuar día a día, con nuestras vidas. Ante esta realidad, lo único que queda es tener la capacidad de la resiliencia, que si te golpean, puedas saber recomponerte perdiendo la menor cantidad de atributos que posees. También se puede intentar prevenir la posible «hecatombe» si, previamente, das los pasos necesarios para intentar paliar las posibles incógnitas que seguro que se avecinan. Es como poner en marcha dos trenes, uno lo conduce el destino ignoto, y el otro lo debes poner en marcha tú mismo para que, en el caso del avance maligno del primero, puedas producir ese choque de trenes que detenga en seco ese avance que te pudiera hacer mucho daño de no ser detenido. Sí, en el choque fatídico perderás parte de tus recursos, pero no tantos como para no poder recomponerte ¡y salvar los muebles!

Hay que ver cada día como una lucha por mantenerse en el campo de batalla, intentando pasar desapercibido, capturando posiciones sibilinamente, sin llamar la atención, saber mantenerse, o incluso regular un poco, o saber cambiar de posición o estrategia. El desafío consiste en llegar al día siguiente intentando haber mejorado tu posición o, al menos, no haber perdido demasiado en la anterior jornada. Y todo esto debe estar encausado en un plan mayor, en una estrategia superior (con capacidad de maniobra) para… ser felices.

Porque llegada a una edad, lo importante no es tener, sino ser. Hay quien cree necesitar dinero para conseguir la estabilidad que te hará feliz, hay quien basa su felicidad en estar junto a la persona que quiere, las hay quien necesita una familia para sentirse pleno, y las hay quienes basan su felicidad en el culto a su cuerpo. Pero el error, a mi parecer, es dar por sentado que una de esas cuestiones es la felicidad. Porque es tan fácil que falle cualquiera de ellas y te veas abocado a un sisma del que no podrás salir (o que te cueste muchísimos créditos vitales).

Pienso que lo primero es saber quererse a uno mismo, saber perdonarnos por aquello en lo que nos hayamos equivocado, y saber comprendernos a nosotros mismos. Para esto, lo primero es hacer las cosas y tomar las decisiones que, en cada momento, pensemos que son las adecuadas. Si luego, nos equivocamos, siempre podremos decir que cuando tomamos la decisión, era la mejor del momento, con la información que teníamos.
Hay que ser feliz en el día a día. ¿Qué tenemos, un coche que nos lleva? Pues seamos felices por ello. ¿Tenemos una persona amada a nuestro lado? Demos gracias. ¿Tenemos un trabajo o una empresa que nos reta el intelecto agradablemente? ¡Qué bien! ¿Salimos en bici los findes y recorremos cientos de kilómetros? ¡Aleluya!

Pero si mañana algo de esto cambia, tenemos que tener la mente preparada previamente a que esto podía ocurrir, por lo que hay que poner en marcha los protocolos necesarios para minimizar los daños, y como lo has estado disfrutando día a día, sin falsas pretensiones de continuidad, pues ¡qué viva la Pepa!

Tras la pérdida puedes estudiar la posibilidad de recuperación de lo perdido, o puedes cambiar el rumbo y dedicarte a otra cosa. Lo que tienes que evitar es el empecinamiento en recuperar lo perdido, sí o sí, porque lo único que te producirá es un cáncer espiritual (sino físico) que acabará con tu vida.

Por tanto, «oblígate» a ser feliz y disfruta el día a día, que levantarse por la mañana ya es el primer logro.

Escrito por Paco Parejo


«Espejos de Tinta»

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